Metal Militia — Capítulo I: Asentamiento

⚒ Metal Militia ⚒
Capítulo I: Fundaciones de Hierro

El amanecer del asentamiento, la llegada de nuevas manos y el rumor del martillo sobre piedra.

Introducción

La aurora se alzaba perezosa sobre el claro donde los Peregrinos del Sol jamás hubieran pensado edificar. Sin embargo, donde antaño hubo sólo raíces y cicatrices de antiguas batallas, ahora se levantaban los primeros postes y las primeras vigas, clavadas por manos curtidas y nuevas promesas. Los miembros del clan Metal Militia llegaron entre el humo de sus fogatas y el canto bajo de obreros que no conocían el miedo, sólo la necesidad de construir algo que durara más que ellos.

El crujir de la madera, el tintinear de hierro y el murmullo de planes conjuntos: así nació el asentamiento.

La llegada de los nuevos

Caravanas con estandartes improvisados trajeron herreros, leñadores, albañiles y algún que otro veterano que buscaba olvido en la rutina del trabajo. Cada recién llegado traía herramientas, historias y el murmullo de sueños —algunos modestos, otros ambiciosos— que pronto se entrelazaron con los del clan. La confianza creció el día en que todos tomaron palas y vieron el primer cimiento solidificado contra la lluvia.

El nacimiento del asentamiento

Los fundadores se reunieron al mediodía junto al fresno central. Allí, sobre un tronco tallado, se trazaron los planos de los primeros edificios: el Salón de Reuniones, donde se dirimirían disputas y se forjarían alianzas; el Salón de Gremios, un lugar para organizar el trabajo y repartir encargos; el Salón de Guerreros, destinado a entrenar y guardar las armas y las historias; y la Taberna, donde la gente vendría a pagar deudas con risas y canciones.

Mientras los albañiles marcaban la tierra, los líderes del clan colocaban el símbolo de Metal Militia en el centro del poblado —un círculo de hierro bruñido— para sellar la promesa de que este sería un lugar de apoyo y de hierro forjado por la unión.

Decisiones y primeros roles

Se repartieron tareas: algunos vigilarían la frontera del bosque, otros trabajarían en los surtidores de agua y la herrería. Ninguno quedaba exento de sudores; esa era la ley no escrita que mantenía unido al clan. Entre risas ásperas y miradas cómplices, nació una estructura que prometía ordenar el caos sin apagar la libertad de cada miembro.

Al caer la primera noche, antorchas y la melodía de una lira improvisada acompañaron la inauguración de la Taberna. Así terminó el primer día: heridas pequeñas y corazones con la esperanza de que aquello no fuera un paréntesis, sino un comienzo.

El misterio del paquete

Al terminar la velada, una figura cubierta por una capa manchada de barro dejó al borde del poblado un paquete sellado con sigilo. Nadie supo su nombre, pero en el paquete había un mapa y una llave oxidada. La Taberna guardó el secreto hasta la mañana; lo que nadie sospechaba es que aquel mapa marcaría la primera prueba de la recién fundada Metal Militia.

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